Históricamente relacionada con el gusto juvenil, la historieta viene experimentando una metamorfosis protagonizada por autores que desarrollan temas de enorme complejidad visual y narrativa, orientados a lectores adultos. El regreso del caballero oscuro, de Frank Miller, y Watchmen, de Alan Moore, fueron la culminación de un nuevo lenguaje en la década de 1980. Ambas atrajeron a los estudios de cine y consolidaron un nuevo estatus del cómic.
Desde hace tiempo, en las librerías americanas y europeas es habitual encontrar estantes dedicados a la novela gráfica, rebosantes de obras de cómic de diferentes partes del mundo. Lo curioso es que no están junto a las góndolas de literatura infantil, tapados por gigantografías de Harry Potter ni conviviendo con revistas de figuritas autoadhesivas de personajes de Cartoon Network, que es el entorno que las historietas aún tienen en la mayor parte de las tiendas de libros argentinas.
La irrupción de la categoría novela gráfica en las grandes ligas del mercado editorial da cuenta de una revolución en el universo de las historietas que se viene gestando desde hace décadas y que está logrando que este género, históricamente asociado con el gusto juvenil, sea considerado de una vez por todas como un universo narrativo para adultos. En esto mucho tiene que ver la constante aparición de obras de gran calado, complejas tanto en lo narrativo como en lo visual, que reflexionan sobre temas tan diversos y "maduros" como la guerra de Irak, las relaciones personales en la era digital y la angustia frente a la existencia en las sociedades postindustriales, entre tantos otros.
Incluso, destacados críticos literarios internacionales han llegado al extremo de señalar que las novelas gráficas están desplazando hoy a la novela convencional en la tarea de captar el espíritu de la época, argumentando que el lenguaje de la historieta contemporánea se ajusta como un guante a la cultura visual y fragmentada que en nuestras vidas impusieron Internet y sus derivados. Por eso no es casual que Jimmy Corrigan, el chico más inteligente del mundo , un vanguardista comic-book del norteamericano Chris Ware, haya sido elegido como el libro del año del Guardian Book Award, el prestigioso galardón británico que en el pasado han obtenido pesos pesados como el escritor J. G. Ballard. Y ése es sólo un ejemplo entre tantos de la legitimación que la historieta está teniendo dentro del territorio de la literatura.
Siempre atentos a los cambios en la dirección del viento, los astutos ejecutivos de Hollywood son quienes en este momento están sacando mayor tajada de la revolución narrativa producida en el campo del cómic. Cualquiera que pegue un vistazo de tanto en tanto a la cartelera de los cines habrá podido comprobar cómo en los últimos años las pantallas se poblaron de innumerables relatos tomados de series de historietas, desde la intimista y contracultural American Splendor (basada en los cómics de Harvey Pekar) hasta superproducciones pochocleras como Hulk , Iron Man y El Hombre Araña , además de algunas adaptaciones de cómics de alta reputación como V de Vendetta y Sin City .
Entre todo este magma se destaca –por su impacto en taquilla y por su densidad artística– El caballero oscuro , la última edición de la saga de Batman que va camino a convertirse en una de las películas más vistas de la historia y que está profundamente influenciada por una serie de historietas de Frank Miller. Y dentro de poco le seguirá los pasos la versión cinematográfica de la legendaria Watchmen , una novela gráfica creada por Alan Moore, dirigida por Zack Snyder, el mismo que ya llevó 300 a las pantallas.
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