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A saber: la materialización de Juan Salvo en un chalet en Vicente López, los primeros copos de la nevada mortal, la terrible y solitaria muerte de Polsky, el avance de los cascarudos, la batalla de la General Paz y el combate de la cancha de River, los hombres-robots, la aparición del primer Mano en la glorieta de Barrancas de Belgrano, los edificios derrumbándose por la marcha de los gigantescos gurbos, la huida por los túneles del subte, la chica espía, la Plaza Congreso como cuartel general de los invasores, el retorno de la nieve y el largo y terrible final...
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Léanlo y emociónense en las páginas que siguen.
Alguna vez leí –pero nunca volví a leerlo– que el germen de El Eternauta estuvo en una regular novela militarista sci-fi leída por Oesterheld: Starship Troopers (1959) de Robert A. Heinlein y mucho después filmada por Paul Verhoeven. La fecha no cierra y tal vez el equívoco tenga que ver con que tanto en el libro como en el film hay, sorprendentemente, personajes argentinos (el héroe se llama Juan “Johnnie” Rico), aparecen cascarudos y Buenos Aires es aniquilada.
Leí, sí, las dos secuelas de El Eternauta escritas tambien por Oesterheld pero ninguna de las múltiples continuaciones, inserts y proyectos varios (gracias, Wikipedia) de cuya existencia me acabo de enterar y entre las que se cuenta una variante distópica en la que Juan Salvo es un amnésico y cruel gobernante de la Ciudad de Buenos Aires.
Hace casi once años que no vivo allí, he vuelto un par de veces por unos pocos días y ahora –como la primera vez que la leí, en Caracas, a mediados de los años ’70– cada vez que quiero volver a Buenos Aires, voy a la biblioteca, abro El Eternauta, y viajo de regreso.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/index.html
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